Cuando hablamos de sostenibilidad, solemos pensar en energía renovable, coches eléctricos o la reducción de plásticos. Pero ¿alguna vez te has parado a pensar que la sostenibilidad también puede estar en tu plato? Y aquí entra la reina de las tapas, el alma de cualquier barra de bar y la protagonista de nuestras meriendas: la croqueta.
La croqueta. El arte del aprovechamiento
Si hay algo que hace de este alimento un producto sostenible es su capacidad para convertir restos en oro gastronómico. Pollo del puchero, pescado que quedó del almuerzo, verduras que amenazaban con marchitarse en la nevera… Todo puede encontrar una segunda vida en forma de deliciosa bolita rebozada. Y eso, amigo mío, es pura economía circular aplicada a la cocina.
Menos desperdicio, más sabor
El desperdicio alimentario es uno de los mayores problemas medioambientales. Según datos de la FAO, un tercio de los alimentos producidos en el mundo acaba en la basura. ¡Un tercio! Por eso, pequeñas acciones como aprovechar lo que tenemos en casa para hacer croquetas son más importantes de lo que parecen. Cada croqueta que haces es un paso contra el despilfarro.

¿Y si usamos productos de proximidad en la croqueta?
Si además de aprovechar los restos de comida, los ingredientes que utilizamos para esta comida son de kilómetro 0, el impacto positivo se multiplica. Productos locales y de temporada no solo reducen las emisiones asociadas al transporte, sino que también apoyan a los pequeños productores de tu zona. Piensa en un poco de queso de la quesería del pueblo, verduras del mercado local o un buen aceite de oliva virgen extra de la comarca. ¿El resultado? Una croqueta más sostenible y con el sabor inconfundible de lo cercano.
¿Croqueta vegana? ¡Claro que sí!
Por si fuera poco, la croqueta no discrimina. Aunque la receta tradicional lleva bechamel y restos de carne o pescado, hoy en día las opciones veganas están en auge. ¿Restos de setas, espinacas o lentejas? ¡Croqueta al canto! Esto amplía aún más su potencial como producto sostenible y adaptable a cualquier estilo de vida.
Un placer sostenible y accesible
Además de sostenible, la croqueta es un producto democrático. No importa si estás en un bar de barrio o en un restaurante con estrella Michelin, siempre encontrarás croquetas en el menú. Y esa accesibilidad hace que el mensaje de sostenibilidad llegue a todos los públicos, sin importar el presupuesto.
La croqueta, un icono gastronómico con impacto positivo
Al final, la croqueta no solo es una delicia culinaria, sino también un ejemplo práctico de cómo pequeños cambios en nuestra forma de cocinar pueden marcar la diferencia. Porque, seamos sinceros, salvar el planeta mientras disfrutas de una croqueta calentita es una combinación que no se puede superar.
Así que la próxima vez que te lleves una croqueta a la boca, piensa en todo lo que representa: tradición, creatividad y, sobre todo, sostenibilidad. ¿Y tú? ¿Ya tienes en mente qué restos de comida y productos de proximidad vas a transformar en tus próximas croquetas?